Quizas yo mismo me vea como una mala persona, egoista.
Jamás he tenido reino alguno que no sea el de mi cabeza.
No tengo ni un caballo blanco, ni capa, ni peinadito rubio.
No creo que me hayan transformado en sapo alguna vez y si lo hicieron, me quedo con el color verde y la libertad del estanque.
No soy un principe, para nada.
Prefiero ser un poco mas real, prefiero ofrecer mi brazo al caminar, dar un abrazo en el momento necesario, secar ciertas lagrimas, abrir puertas, ordenar el pelo que cae, dar el asiento, dejar pasar primero, me gusta más la opcion de llevar el paraguas y caminar juntos un dia cualquiera de lluvia por una plaza, una calle, el metro o cualquier lugar.
Prefiero escuchar algo de Jazz tirado en el pasto de cualquier parque.
Prefiero ser más real que un simple cuento de hadas.
Prefiero la lluvia, el frio, la nostalgia, el calor, las nubes, mis anteojos rojos, los niños sucios por jugar, canciones desafinadas cantadas por mil amigos, discusiones sin interes alguno en cualquier fiesta.
Prefiero compartir con amigos a salvar damiselas en torres de castillos y trabajar harto para que la recompensa sea más grata que robar en los bosques perdidos de la vieja Inglaterra.
Como ven no soy un principe ni nada.
No vivo ni en un cuento de hadas, vivo acá, en la Realidad Real.
No soy un principe ni nada, aunque a veces me sienta más un caballero y me sienta peleando contra los molinos de viento, me gusta más esa imagen la del apasionado.
La del caballero que sabe despedirse con un guiño por sobre el hombro, dejando al puerta abierta al porvenir, quizas, a mil aventuras más.